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26 de enero de 2012

entrenar la mente

Pensando un tema sobre el cual escribir y hojeando libros y notas, me he tropezado con un recorte de prensa publicado por La Vanguardia en Octubre del 2004, se trata de una entrevista realizada por Ima Sanchís al médico, cirujano y conferenciante Mario Alonso Puig, releerlo hoy me ha resultado igual de interesante que entonces y he querido compartirlo.

Transcribo parte de la entrevista, con la intención de no alterar la esencia de la misma.

Existe una conexión entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano. Una conexión que desafía el paradigma tradicional. El pensamiento y la palabra son una forma de energía vital que tiene la capacidad de interactuar con el organismo y producir cambios físicos muy profundos. 
Se ha demostrado que un minuto entreteniendo un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en situación delicada durante seis horas. El disestrés, esa sensación de agobio permanente, tiene la capacidad de lesionar neuronas de la memoria y del aprendizaje localizadas en el hipocampo, afectando a nuestra capacidad intelectual porque deja sin riego sanguíneo zonas del cerebro necesarias para la toma de decisiones adecuadas. Un valioso recurso contra la preocupación es llevar el foco de atención a la respiración abdominal, que tiene por si sola la capacidad de producir cambios en el cerebro, serenando nuestro estado mental. 
Siempre encontraremos razones para justificar el mal humor, estrés o tristeza, y esa es una línea determinada de pensamiento, pero cuando nos basamos en cómo queremos vivir, por ejemplo sin tristeza, aparece otra línea. Son más importantes el qué y el porqué que el cómo. Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando. 
Cuando nuestro cerebro da un significado a algo, nosotros lo vivimos como la absoluta realidad, sin ser conscientes de que sólo es una interpretación de la realidad. 

Otro recurso como forma de energía vital es la palabra, según como nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos. Las palabras por si solas pueden activar núcleos cerebrales, como los del miedo, que transforman hormonas y procesos mentales. 

La razón de porqué nos cuesta tanto cambiar es el miedo que nos impide salir de la zona de confort, tendemos a la seguridad de lo conocido y esa actitud nos impide realizarnos. Para crecer hay que salir de esa zona.

Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906 dijo: "Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro". Se trata de cambiar hábitos de pensamiento y entrenar la propia integridad honrando la propia palabra. El mayor potencial es la conciencia.

Si nos aceptamos por lo que somos y por lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se resiste persiste. La aceptación es el núcleo de la transformación.

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