Quizá sea el masaje una de las artes curativas más antíguas, su aparición podría remontarse a 3000 a.C. y en todas las grandes civilizaciones aparecen indicios de su importancia. Probablemente arrancan de la costumbre que todavía hoy muestran diversas especies de primates superiores de comunicarse mediante gestos sobre el cuerpo de sus congéneres, y que también se observa en otros animales menos evolucionados. En efecto, el contacto físico es una forma de comunicación sin palabras, lo que abre posibilidades infinitas y no únicamente terapéuticas, por todos es sabido que cuando nos damos un golpe, casi instintivamente nos frotamos la zona dolorida para aliviar el dolor, por tanto, el masaje viene a ser un perfeccionamiento de una conducta prácticamente instintiva. Pero ha tenido que ser el peculiar modo de vida actual, agudizado en este último siglo, lo que ha originado una explosión y florecimiento del arte del masaje. El progresivo vacío de tranquilidad, el distanciamiento infinito de la naturaleza y sus biorritmos, el apego al confort y la sensación de ausencia de espacio vital, han motivado en la actualidad un gran deseo por conocer nuevas posibilidades de relajación, de plenitud interior, y en este sentido, entre las técnicas más básicas para una salud holística o integral aparece el masaje, este arte extraordinariamente sutil, que no sólo requiere habilidad sino también cariño, cuando se conoce el masaje en profundidad, el noventa por ciento del trabajo se hace mediante el amor y el restante diez por ciento a través de la técnica. El masaje con todos sus matices y variantes se nos brinda para activar esa capacidad de autocuración que tiene el cuerpo humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario